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Clima: los 8 grandes riesgos a los que debemos anticiparnos

Un nuevo informe publicado el 15 de julio de 2024 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y el Consejo Internacional para la Ciencia (ICS) anticipa los «retos emergentes» a los que se enfrenta el clima, desde el resurgimiento de microbios ancestrales hasta el fin de los seguros de propiedad, pasando por las técnicas de modificación de la radiación solar y la ecoansiedad de los jóvenes.

El estudio identifica ocho grandes cambios que acelerarán la triple crisis actual: cambio climático, pérdida de naturaleza y biodiversidad, contaminación y residuos.

La originalidad del informe reside en que, dentro de estos 8 cambios, hay 18 «señales de cambio». Se trata de grandes tendencias que representan graves riesgos y que fueron identificadas por cientos de expertos de todo el mundo a través de consultas.

1 – Cambio climático «irreversible» y riesgos para la salud

Según el informe, «el mundo se acerca cada vez más a un cambio medioambiental que podría ser irreversible».

El sistema de corrientes oceánicas conocido como Circulación Meridional del Atlántico, del que forma parte la Corriente del Golfo, es un elemento clave en la regulación del clima. Los estudios muestran que podría colapsarse ya en 2057.

«A esa velocidad, y dada la magnitud de las repercusiones consiguientes, sería prácticamente imposible adaptarse» al cambio climático.

Cuatro «señales de cambio» también hacen sonar las alarmas. El deshielo del permafrost ártico corre el riesgo de liberar microbios ancestrales y generar epidemias. En 2016, este fenómeno ya provocó una epidemia de ántrax en Siberia, que mató a personas y animales.

También son posibles nuevas zoonosis -enfermedades infecciosas transmitidas de animales a humanos, como el SARS, el Ébola y el Covid-19-. La resistencia de los virus a los antibióticos está aumentando, lo que hace que incluso las enfermedades comunes sean más difíciles de tratar.

Por último, existe un riesgo real de impactos imprevistos de productos químicos y materiales nocivos, dado que apenas el 5% de los productos químicos conocidos se miden en el medio ambiente.

2 – Escasez de los recursos minerales necesarios para la transición

La gran paradoja de la adaptación al cambio climático es que la demanda de minerales y metales raros, esenciales para alimentar la transición hacia un consumo neto cero, se multiplicará por cuatro de aquí a 2040. La extracción de litio, cobre, cobalto, níquel y tierras raras, entre otros, corre el riesgo no sólo de agravar la contaminación y los residuos, sino también de desencadenar nuevos conflictos.

Otro riesgo es la rápida expansión de la actividad espacial y la basura espacial orbital, que podría dañar la capa de ozono y socavar la estabilidad geopolítica.

3 – Inteligencia artificial, transformación digital y tecnología

La inteligencia artificial (IA) y la transformación digital pueden sin duda aportar soluciones. Pero también tendrá repercusiones para el medio ambiente. Supondrán un aumento de la demanda de minerales y elementos de tierras raras, así como de recursos hídricos para satisfacer la demanda de los centros de datos.

El uso de la IA en sistemas de armamento y aplicaciones militares, así como el desarrollo de la biología sintética, deben examinarse desde una perspectiva medioambiental.

4 – Una nueva era de conflictos

Los conflictos armados y la violencia están aumentando y evolucionando. «Entre 2021 y 2023, cuatro conflictos provocaron un aumento espectacular del número de víctimas: las guerras civiles de Etiopía y Sudán, la invasión rusa de Ucrania y el conflicto de Gaza». En este periodo se registraron nada menos que 59 conflictos estatales entre 34 países, «el nivel más alto desde 1946».

Estos conflictos degradan y contaminan los ecosistemas, aumentando la vulnerabilidad de las poblaciones afectadas. Las «señales de cambio» se refieren aquí a una mutación en la forma de hacer la guerra. Se teme la aparición de sistemas de armas autónomas y de inteligencia artificial, así como el «uso abusivo de agentes biológicos».

5 – Desplazamientos forzosos masivos

 En la actualidad, una de cada 69 personas se ve obligada a desplazarse, casi el doble que hace diez años. Con 120 millones de personas desplazadas en abril de 2024 como consecuencia de conflictos o del cambio climático, el 1,5% de la población mundial está  ya afectada.

Los riesgos asociados a este fenómeno incluyen la aparición de zonas inhabitables a causa del cambio climático, en las que los desplazamientos de población se convertirán en la norma.

6 – Las desigualdades aumentan

«El 10% más rico concentra más de tres cuartas partes de la riqueza mundial, mientras que el 50% más pobre sólo tiene el 2% o casi nada». Consecuencias ecológicas: «el 1% más rico y el 66% más pobre generan el mismo nivel de emisiones», el 16% de las emisiones totales.

Dos posibles tendencias se asocian a estas desigualdades. El «microambientalismo privatizado» implicaría la «creación de hábitats de acceso privado, a veces artificiales, que ofrezcan los servicios de un ecosistema estable» a particulares que serían «miembros de pago», y el fin de los seguros tal y como los conocemos sobre los bienes situados en zonas demasiado expuestas.

En resumen, las compañías de seguros ya no querrían cubrir las zonas que se han vuelto demasiado arriesgadas. Esto «obligaría a los gobiernos a intervenir para evitar el colapso del mercado inmobiliario».

7 – Desinformación, pérdida de confianza y polarización

El informe destaca la proliferación de la desinformación y las «fake news». Este fenómeno se puso de manifiesto en la reciente crisis de Covid-19, así como en la difusión de teorías escépticas sobre el clima, con repercusiones políticas en forma de populismo creciente.

Uno de los riesgos asociados es que «la toma de decisiones se aleja cada vez más de las pruebas científicas, (…) bajo la influencia de la retórica populista y la presión comunitaria».

Otro peligro es «la eco-ansiedad, una crisis emergente oculta pero evidente». Se dice que esta crisis tiene consecuencias para la salud mental de niños y jóvenes, afectando al bienestar general.

El aumento de las subvenciones al sector petrolero representa otro riesgo, al impedir la inversión en energías limpias y retrasar los esfuerzos de transición energética.

Por último, aumentan los riesgos de corrupción en la compensación del carbono. En este escenario se produciría «una proliferación de proyectos fraudulentos de secuestro de carbono, lo que socavaría los esfuerzos de mitigación». La confianza en los mercados de compensación de carbono se desplomaría.

8 – Gobernanza climática

La gobernanza está cambiando, marcada por la disminución de la confianza en las instituciones públicas y la creciente influencia de los agentes no estatales: ONG, multinacionales, «superricos», empresas mercenarias y delincuencia organizada.

Tras la cumbre de Copenhague de 2009 (COP 15), quedaron claros los límites de los procesos intergubernamentales, así como la necesidad de un enfoque más descentralizado de la gobernanza climática. Hoy en día, el marco regulador de los tratados internacionales se complementa con acciones lideradas por redes transnacionales de ciudades, empresas y grupos de la sociedad civil.

Las tendencias en materia de gobernanza implican «nuevas herramientas para reorientar los flujos financieros mundiales»: las exigencias de los gobiernos sobre el impacto medioambiental de los operadores económicos y las sanciones impuestas están teniendo un efecto tangible en los precios de las acciones y las inversiones.

La resiliencia local en red haría que las comunidades «frustradas por los fracasos de los gobiernos» se convirtieran en «la principal fuerza motriz» de las acciones para aumentar la resiliencia climática.

¿Cuáles son las soluciones?

«El rápido ritmo de cambio, incertidumbre y desarrollo tecnológico al que asistimos, con las turbulencias geopolíticas como telón de fondo, significa que cualquier país puede desestabilizarse con más facilidad y frecuencia», afirma Inger Andersen, Directora Ejecutiva del PNUMA.

Sin embargo, el informe esboza algunas posibles soluciones. El informe recomienda adoptar un nuevo contrato social que implique a una amplia gama de partes interesadas, incluidos los pueblos indígenas, y permita a los jóvenes participar más activamente y replantearse las medidas de progreso.

Los gobiernos y las empresas también pueden introducir objetivos e indicadores a más corto plazo para que la gobernanza climática sea más ágil y adaptable.

Por último, el informe espera que el trabajo sobre el conocimiento de los problemas, el seguimiento y los datos permita «orientar la gobernanza» de forma ilustrada.

 

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