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En primera línea: “Lo más difícil fue que la gente que estaba dentro de la planta de acero de Azovstal se fiara de nosotros”

“Acaba de haber un ataque en Jersón, un paramédico de Cruz Roja ha muerto. Perdona, en este momento estoy escribiendo una declaración”. Saviano Abreu, portavoz de OCHA, la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, descuelga el teléfono desde Ucrania. Hay que postergar la entrevista. Hace una semana nos hablaba desde un refugio antiaéreo. Los cortes de luz y los ataques rusos contra infraestructuras energéticas complican, cada vez más, las comunicaciones, mientras también empeora la situación humanitaria.

Saviano está desde marzo en Ucrania, también formó parte de uno de los tres equipos que entraron en Mariupol para evacuar a los civiles de la planta de acero de Azovstal. Todavía tiene grabada la imagen de una pareja de más de 80 años que se agarraba con fuerza a su brazo. “Bajé con ellos del autobús para ayudarles a subir a los vehículos ucranianos. Caminaban con dificultad con dos bolsitas de plástico, eso era todo lo que tenían” explica este experto en comunicación y respuesta humanitaria con experiencia en Somalia, Etiopía, el conflicto del Tigray y Madagascar.

-¿Cuál es la situación humanitaria actual en Ucrania?

La situación en Ucrania sigue empeorando. Llevamos casi 10 meses de guerra, en todo este tiempo los ucranianos han visto sus casas bombardeadas, sus familias han tenido que huir o tienen familiares muertos por los ataques. Hay hospitales atacados, también escuelas…El nivel de sufrimiento humano es inimaginable. Además, con la llegada del invierno la situación es todavía peor. Las temperaturas pueden bajar hasta -20 o -30 grados.

Saviano Abreu, portavoz de OCHA en Ucrania
Saviano Abreu, portavoz de OCHA en Ucrania

-¿Cómo está afectando la crisis energética provocada por los ataques rusos a las infraestructuras estratégicas?

Parece que no somos conscientes de lo necesaria que es la energía, pero cuando nos falta entendemos lo que es. Sobre todo en un país con temperaturas tan bajas. Sin electricidad el sistema de agua de las casas se ve afectado, las bombas que trasportan el agua dejan de funcionar y afecta a las calefacciones. Una cosa lleva a la otra.

Para los hospitales, por ejemplo, el no tener electricidad o sufrir cortes afecta a su capacidad. Está siendo un gran problema para la población. El Gobierno de Ucrania habla de unos 12 millones de personas en situación de emergencia humanitaria por el suministro eléctrico. Esta situación cambia cada día. La realidad es que millones de personas ahora mismo no tienen la capacidad de tener electricidad, agua o calefacción en sus casas.

«La realidad es que millones de personas ahora mismo no tienen la capacidad de tener electricidad, agua o calefacción en sus casas»

-¿Cómo está la ONU reaccionando ante esta situación humanitaria?

Estamos en coordinación directa con los gobiernos locales y el gobierno nacional para ver cómo podemos mejorar la ayuda. En junio empezamos a comprar y traer al país generadores, fundamentales ahora mismo, y otros materiales para reparar casas, también mantas térmicas o ropa. Hemos podido traer unos 700 generadores de diferentes capacidades para hospitales y para centros donde los desplazados internos están viviendo. La mayoría son escuelas, antiguos sanatorios o gimnasios. También suministramos generadores para los centros de resiliencia . Estos lugares son espacios con agua, comida y calefacción para las personas que no pueden estar en sus casas por la falta de energía.

-Hace unos días estabas en Jersón, ¿Qué desafíos presenta la respuesta humanitaria en Ucrania, afecta de forma distinta según la región?

Sí y eso nos pone a nosotros, los trabajadores humanitarios, ante desafíos más grandes. No estamos ante una respuesta humanitaria estándar. En otros países, con mayor o menor necesidad de ayuda humanitaria, el tipo de asistencia es estándar y más homogénea. Aquí en Ucrania cambia cada día y depende mucho de la región. Si estás cerca de la primera línea de batalla, las necesidades son básicas como tener agua o comida para sobrevivir. Hay gente, personas mayores, que no pudieron o no quisieron dejar sus hogares, esas personas necesitan lo más básico. Luego en la capital las necesidades son distintas, por ejemplo, el acondicionamiento de bunkers.

«No estamos ante una respuesta humanitaria ESTÁNDAR»

Durante muchos meses, en Kyiv, la situación estaba normalizada, la gente podía y puede ir a trabajar aunque pasemos horas en los refugios. Pero en el último mes esa normalidad ha cambiado, hay mucha gente que se pasa días y semanas sin acceso a agua y van a necesitar la ayuda de las organizaciones internacionales o del gobierno, al igual que en zonas más afectadas.

Si hablamos de zonas que estaban bajo en control de la Federacion Rusa, la situación es todavía más alarmante porque han vivido meses de guerra sin tener acceso a suministros básicos para el ser humano. Y muchas veces, durante la retirada de las tropas rusas, la situación es todavía peor porque al salir bombardearon la poca infraestructura civil que quedaba dejándoles en una situación de mayor vulnerabilidad. Es lo que pasó en Jersón.

-¿Hay más desplazados por los ataques a las infraestructuras energéticas?

Era algo que teníamos en previsiones pero los últimos estudios que hemos hecho muestran lo contrario. Los estudios de la Organización Internacional de las Migraciones, OIM, nos ha demostrado que la gente se está quedando e intentan hacer frente como pueden. No estamos viendo un movimiento masivo como observamos los primeros meses en febrero, marzo o abril. No creemos que pase otra vez pero las dinámicas cambian.

-¿Tiene Naciones Unidas acceso a las zonas bajo el control de la Federación Rusa?

No, de hecho, uno de los problemas que tenemos en Ucrania es el poder llegar a todas las personas que lo necesitan, eso incluye las zonas bajo en control de la Federación Rusa. Antes del 24 de febrero ya había emergencia humanitaria, estábamos presentes en Donetsk y Lugansk en las dos regiones afectadas por la guerra aquí en Ucrania desde hace 8 años. Teníamos acceso a ambos lados, pero desde el 24 de febrero todo cambió. Ya no podemos mandar suministro al otro lado, no hemos podido pasar ni un camión.

«Ya no podemos mandar suministro al otro lado, no hemos podido pasar ni un camión»

Y es lo que llevamos intentando durante muchos meses. Mandamos las notificaciones al sistema humanitario acordado por ambas partes del conflicto para informar de nuestros movimientos, es una manera de garantizar nuestra seguridad porque las partes tienen una obligación de facilitar el acceso humanitario y que este sea seguro.

Ninguna de las notificaciones enviadas ha recibido una respuesta para poder cruzar con garantías. La única excepción es cuando fuimos a Mariupol a la evacuación de los civiles de Azovstal, la planta de acero. Eso no significa que no estemos trabajando en esas zonas, estamos, porque estábamos antes y porque hay ONG y voluntarios que continúan, pero es muy limitado nuestro trabajo. Solo pudimos llegar a un millón de personas en el este de Ucrania en comparación con los 14 millones en el resto del país. El trabajo allí es muy limitado.

-Estuviste en la evacuación de civiles de Azovstal. ¿Qué ocurrió en esa delicada actuación de las Naciones Unidas como facilitadores del acuerdo?

Fue una experiencia dura, difícil. Estuvimos varios días en la región de Zaporiyia, fue una operación de paso seguro con un alto al fuego para que pudiéramos hacerlo, llevábamos meses negociando. De hecho, los civiles llevaban dos meses en un bunker sin poder ver la luz del sol.

Solo conseguimos el acceso cuando Antonio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas, viajó a Moscú y Kyiv, poco después tuvimos ese momento en el que las partes llegaron a un acuerdo.

A partir de ahí, las Naciones Unidas y Cruz Roja actuamos como facilitadores. Fueron tres rondas de evacuaciones, una parte del equipo estaba en Zaporiyia y otro entró a la zona, yo estuve en la segunda ronda.

El primer equipo salió un jueves por la mañana y llegaron a Azovstal el sábado por la mañana, dos días para apenas 200 km. Para que te hagas una idea de lo duro que fue, en cada control militar podíamos pasar horas esperando. Las negociaciones se daban a cada minuto. Además, fuimos bombardeados el primer día y el acceso a la planta estaba minado, nadie nos había avisado, así que volvimos atrás hasta que sacaron las minas.

«Las negociaciones se daban a cada minuto»

Lo más difícil fue que la gente que estaba dentro de la planta de acero se fiara de nosotros y del proceso. Imagínate estar en esa situación, encerrados durante meses y bombardeados, muchos no se fiaban. Las personas atrapadas en la planta de acero de Mariupol no sabían si era un proceso seguro y si de verdad estaba controlado por la ONU y Cruz Roja. También tenían miedo por si eran forzados a ir, mayoritariamente, a Rusia.

«Lo más difícil fue que la gente que estaba dentro de la planta de acero se fiara de nosotros y del proceso»

El primer día muy pocas personas salieron así que el equipo decidió quedarse. Cuando los que habían sido evacuados se comunicaron con el resto, los que todavía permanecían en Azovstal vieron que era seguro, entonces empezaron a salir más personas.

Volvimos una segunda ronda porque en el camino, por la ciudad y otros pueblos que van desde Mariupol a Zaporiyia, veíamos gente, grupos que estaban en las carreteras y en el puerto intentando unirse al convoy. Esas personas sabían que estábamos allí, la gente se había informado por las redes sociales. Pero en ese momento no hubo un acuerdo y no pudimos sacarlos. Fue desgarrador. Volver sin ayudar a esas personas fue duro.

Sin embargo, seguimos intentando, conseguimos acuerdos y volvimos a por ellos, es verdad que creemos que había más gente cuando los vimos por primera vez, pero conseguimos traer a Zaporiyia a unas 600 personas que se estaban enfrentando a un infierno en Mariupol y las zonas cercanas.

-¿Cómo viviste ese momento?

Vives todo eso con mucho dolor de ver tanto sufrimiento. Tengo grabada la imagen de una pareja de más 80 años que salía de la planta de Azovstal. Bajé con ellos del autobús para el cambio a los autobuses ucranianos. Caminaban con dificultad con dos bolsitas de plástico, eso era todo lo que tenían. El señor me hablaba todo el tiempo. Sentí esa necesidad que tenía de estar acompañado. Fue duro pero también gratificante saber que pudimos hacer algo para aliviar su sufrimiento.

«Fue duro verlo pero también gratificante saber que pudimos hacer algo para aliviar su sufrimiento»

Sabiano Abreu se despide al teléfono desde la oficina de las Naciones Unidas en Ucrania. Como él hay 1400 trabajadores de las Naciones Unidas en los 24 oblast, regiones, del país. Su misión, entre muchas otras, es entregar de suministros -alimentos, cobijo, mantas, medicinas y agua- a los más necesitados: mujeres, niños, ancianos y discapacitados.

 

INVASIÓN RUSA DE UCRANIA EN CIFRAS

– Casi 18 millones de personas -el 40% de la población de Ucrania- necesitan ayuda humanitaria.

– Más de 7,8 millones son ahora refugiados, y 6,5 millones de personas son desplazados internos dentro de Ucrania.

-Se han producido más de 715 ataques verificados contra la asistencia sanitaria. Estos ataques constituyen una violación del Derecho Internacional Humanitario.

-Se estima que un tercio de la población sufre inseguridad alimentaria, cifra que se eleva a uno de cada dos hogares en algunas zonas del este y el sur.

-Hay 17.000 víctimas civiles, entre ellas más de 6.500 muertos, de los cuales más de 410 son niños, según la OACDH. Es muy probable que la cifra real sea considerablemente mayo.

– La Iniciativa de Cereales del Mar Negro , fundamental para combatir la inseguridad alimentaria mundial,  a 29 de noviembre ha exportado más de 12,2 millones de toneladas métricas de cereales y productos alimenticios a través del acuerdo. Casi el 23% se ha destinado a países de ingresos bajos y bajos, incluido el 47% de las exportaciones de trigo. El índice de precios de los alimentos ha disminuido casi un 15% desde su máximo en marzo de 2022.

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